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Risas

Todos nos reimos. Algunos más, otros menos, todos tenemos algún momento en que sonreimos de compromiso, de ternura, recordando... También nos cagamos de risa a veces, quién no. O tratamos de ocultar alguna sonrisa que empuja por salir ante alguna desgracia ajena (el que esté libre de pecado...). 
En fin, las risas y las sonrisas siempre tienen un momento y una persona donde meterse. Desde sonrisas tímidas que no muestran ni los dientes, hasta carcajadas que nos pueden hacer -literalmente- mear encima. 
Pero una vez, hace  mucho y a la vez tan poco, conocí a un pibe que se reía de una forma muy especial. Sí, todas las risas son únicas y especiales, pero esta era diferente a todas. 
El pibe se reía con los ojos. Si lo veías de lejos, o sin mucha atención, no te dabas ni cuenta que se te estaba riendo en la cara. No de malo, eh. Bah, no creo.
También se reía como cualquier otro, sonreía por compromiso, sonreía porque sabía que con eso compraba a cualquiera, se reía con la boca, como todos. 
Pero estaba ese ratito, algunas veces más largo que otras, que le cambiaban los ojos, las arruguitas se le ponían de otra forma, no sé. Creo que se lo dije alguna vez, y estoy segura que su respuesta no fue más que una risa de esas. Era suficiente, igual.
Probablemente no vuelva a ver ese momento, ese ratito, esa risa rara, y no sé si alguna vez alguien más se dará cuenta que existe.
Ojalá que sí.

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